ANÁLISIS PLÁSTICO-TEÓRICO DE LA TALLA DE PONCIO PILATO PARA LA
HERMANDAD DE LA SALUD DE CÁCERES
La talla de Poncio Pilato proyectada para el misterio de la Sentencia de la
Hermandad de la Salud de Cáceres, está concebida en actitud arrogante y
despótica, de acuerdo con los datos históricos que se conservan del personaje y
que a continuación se exponen:
Esta escultura escenifica el episodio en el que erguido en su tribuna, calma
con la mano derecha a la muchedumbre, mientras ordena la ejecución de Jesús y la
colocación al cuello de éste de la tabella o titulus crucis, por parte de un
soldado romano. Este elemento de madera, con el motivo de la sentencia grabado
en latín, griego y arameo según los evangelios, recogería las palabras “Jesús
Nazareno Rey de los Judíos”. Era costumbre en Roma que los condenados a muerte
llevaran colgado hasta su ejecución un letrero al cuello con las causas de su
castigo, con el propósito de informar a la población y así servir de
escarmiento. Este objeto lígneo, sería el que posteriormente se colocaría sobre
el stipes o palo vertical de la cruz y que popularmente se conoce como INRI.
En cuanto a la personalidad del prefecto, existen descripciones como la de
Filón de Alejandría, contemporáneo a Jesús, quien le describe como un personaje
conocido por sus «sobornos, injurias, robos, atropellos, daños injustificados,
continuas ejecuciones sin juicio y una crueldad incesante y muy lamentable».
Aunque según los historiadores y estudiosos de las sagradas escrituras esta
descripción pudiera pecar de un tanto exagerada, se tiene constancia de tres
episodios de su gobierno en los que Pilatos no dudó en emplear la fuerza bruta
para controlar a las masas.
En una ocasión, años antes a la ejecución de Jesús, mandó construir y
financiar un acueducto de cincuenta kilómetros para traer agua de Belén a
Jerusalén, con el tesoro del templo consagrado a Dios. Aprovechando una de sus
visitas a la ciudad, la muchedumbre rodeó su palacio para reprobar la acción, a
lo que éste contestó con golpes y palos propinados por soldados vestidos de
paisano y mezclados entre las gentes. Según Flavio Josefo, fueron muchos los que
murieron tanto a causa de las heridas como aplastados en la huida.
Si en este episodio Pilato ya muestra signos de cierta brutalidad y falta de
talante humanitario, en el año 36 su actuación fue mucho más cruenta. En esta
ocasión, quiso impedir con sus fuerzas de caballería e infantería la reunión de
un grupo de samaritanos incitados por un profeta a subir al monte Garizín, con
el propósito de mostrarles el lugar donde hipotéticamente Moisés había
depositado los vasos sagrados. En el enfrentamiento algunos samaritanos
murieron, muchos cayeron prisioneros y los dirigentes fueron ejecutados. Cuando
Vitelio, legado de Siria, tuvo conocimiento de las quejas de los samaritanos,
ordenó la vuelta de Pilato a Roma para dar cuentas al emperador. Sin embargo
Tiberio moriría antes de su llegada, siendo su sucesor Calígula, quien le
destituyera de su cargo ordenando su destierro a las Galias donde moriría años
más tarde.
Aparte de estos violentos hechos acaecidos durante su prefactura y volviendo
al análisis plástico del busto, tanto las acciones faciales y la postura de la
cabeza, como el gesto parlante y retórico de la boca (con los labios proyectados
hacia fuera mientras la lengua se articula bajo el paladar), codifican
sentimientos de arrogancia, desprecio y escepticismo, afines con la actitud del
personaje hacia los asuntos y costumbres judías, evidenciados también en el
proceso de Jesús. De hecho, según Flavio Josefo, Pilato además de por su
brutalidad, se caracterizada por su desconocimiento de la sensibilidad religiosa
del pueblo judío. A este respecto, en los primeros años de su prefactura,
comprendida entre los años 23 y 36 a.C., rodeó por sorpresa y amenazó con
degollar a un grupo de judíos que rodearon su palacio en Cesarea para protestar
contra la introducción de estandartes militares con el busto del emperador en
Jerusalén. Si bien con esta acción mostró cierta falta de diplomacia, no fue
capaz de llevar a cabo su cometido cuando quedó desconcertado ante el
ofrecimiento de los judíos de su propio cuello desnudo, dispuesto a perder la
vida antes que permitir la transgresión de la ley. Aquel comportamiento desarmó
a Pilato, haciéndole desistir de sus pretensiones y acceder a las demandas de
retirar los estandartes. Se trataría del único conflicto grave en el que se
observa cierta capacidad de ceder ante las presiones.
En el caso del proceso a Jesús y en consonancia con su celo y la obsesión de
Tiberio por mantener el orden público o pax romana, la condena impuesta por
Pilato pudo ser por delito de perduellio, es decir, sedición o ataque contra
Roma, o por crimen laesae maiestatis populis romani, o daño al prestigio de los
mandatarios y al pueblo romano. Ni la condición de verdadero o falso profeta, ni
el ataque al sistema del templo constituyeron un atentado tan grave contra la
autoridad romana como la autopresentación de Jesús como Rey de los judíos,
puesto que era el senado romano el órgano que otorgaba este título en la
provincia de Judea, desde la proclamación de Herodes el Grande en el 34 a.C.
En resumen, la sentencia a muerte de Jesús fue dictaminada por el
representante del Imperio romano en Judea, instigado por la aristocracia local
del templo, para asegurar el orden y la seguridad ante un mensaje capaz de
sacudir el sistema organizado por los más poderosos del Imperio y de la religión
del templo. Tanto este cúmulo de factores como el modo de actuar de Pilato,
determinarían un proceso incoherente con la supuesta humanidad e inocencia con
la que está impregnada su figura y que choca con la opinión de prestigiosos
exégetas o estudiosos de las sagradas escrituras como Raymond Edward Brown.
Tanto éste como otros autores, consideran la presentación exculpatoria del
prefecto como un hecho no histórico, motivado por la preocupación de los
primeros cristianos de no aparecer ante el Imperio romano como herederos de
alguien condenado por ser considerado una amenaza contra
Roma.
Seguramente Pilato no fuera un déspota sin entrañas, ni un sangriento despiadado como lo describe de Filón de Alejandría, pero ciertamente fue un gobernador que no dudó en recurrir a métodos brutales y expeditivos para resolver conflictos, de igual forma que obraban la mayoría de gobernantes romanos. La consideración de estos acontecimientos históricos, han determinado que en esta representación escultórica se huya de la visión amable y exculpatoria del personaje, acercándose más a al carácter personal y a los hechos revelados por los historiadores y exégetas más prestigiosos.
Seguramente Pilato no fuera un déspota sin entrañas, ni un sangriento despiadado como lo describe de Filón de Alejandría, pero ciertamente fue un gobernador que no dudó en recurrir a métodos brutales y expeditivos para resolver conflictos, de igual forma que obraban la mayoría de gobernantes romanos. La consideración de estos acontecimientos históricos, han determinado que en esta representación escultórica se huya de la visión amable y exculpatoria del personaje, acercándose más a al carácter personal y a los hechos revelados por los historiadores y exégetas más prestigiosos.
La talla en cuestión. Foto: Artesacro
Peinado
El busto de Pilato recoge diferentes elementos característicos de las
costumbres de la época como por ejemplo:
- Su rostro es imberbe, pues a principios del siglo I los romanos estaban
obligados a rasurarse o depilarse la barba por completo.
- Su peinado responde a la tradición mantenida hasta el siglo II, en la que
lo más usual era raparse o llevar el cabello muy corto, echándolo hacia
delante. La moda del peinado masculino la marcaban los emperadores, quienes
imprimían en las monedas su retrato, para darlo de esa forma a conocer al
pueblo. El peinado recreado en la escultura sigue las directrices de los bustos
conservados del emperador Tiberio, en los que el cabello es peinado hacia
delante, dibujando un corte recto sobre la frente.
Tocado
A diferencia de otras representaciones pictóricas y escultóricas en las que
erróneamente Pilato posee tocado sobre la cabeza, en esta figura no se incluyen
ninguno de los elementos más empleados como: el stefanos, corona triunfal o de
laurel, natural o metálica, que se concedía a los generales victoriosos y a los
vencedores en competiciones deportivas. Tampoco le corresponde llevar la cinta
dorada o cinta de la victoria, que se ajustaba sobre las sienes a los
deportistas cuando se imponían en una gesta deportiva.
Fuente: Artesacro.org
Aquí vemos algunas tallas a modo de ejemplo.
Hdad. de la Salud (Huelva)
Hdad. de la Macarena
Hdad. de San Benito
Hdad. de la Sentencia (Cádiz)
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