En los cursos sobre Confirmación lo primero que nos enseñan es que la Iglesia
(con mayúscula) somos todos por igual, y que tenemos la misma proporción en
"acciones" que el propio Papa.
Esto que suena tan extraño es una realidad, lo que ocurre es que, como
bien sabemos, si al hombre no se le ponen ciertas barreras, esto termina siendo
una anarquía porque "todos sabemos más que todos".
Me alegra saber que Carlos Bourrelier piense como yo y dijera en el
Cabildo de Toma de horas, que las hermandades deben de ser referencia ante "la
excesiva banalización y trivialidad que se va apoderando de la
Semana Santa, que se está convirtiendo en una afición sin Dios».
Igualmente (¿reconfortadoras?) las palabras de Teodoro León al
advertirnos del peligro al "creer que podemos hacer el bien sin la
Iglesia".
Aquí, en la Iglesia, todos nos equivocamos y vivimos para, tarde o
temprano, reconocer nuestras equivocaciones. Lo malo de todo esto es que, esa
Iglesia, a la que yo pertenezco, tiene una parte que se cree "intocable y
omnipotente", ya sea por tener cerca una vara en una junta de gobierno, o por
tener una sotana por vestidura.
Yo no puedo presumir de humilde, porque esa palabra me produce un
respeto inmenso. Lo que me duele es que la "humildad y la paciencia", a veces
esté a años luz de las personas que, de una forma u otra, deberían de ser
verdaderos "ejemplos a seguir".
Por eso, de una "Afición sin Dios" a una "Afición por Dios", yo de
forma personal, no me quedo con ninguna de las dos frases, me quedo con esa que
dice "Toma tu cruz y síguele", que nada tiene que ver con el "sígueme" que han
tomado como escudo emblemático y casi nobiliario (muy cercano a novelero)
algunos de los representantes de nuestra Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario