10 de abril de 2015

Hermandad de la Oración en el Huerto 2015


Recuerdos de una Madrugá

Artículo de opinión de Carlos Navarro Antolín (La caja negra sevillana):

"La Noche mas Encanallada"

NI hermosa, ni mágica. Inhóspita y bravucona. La Madrugada es la noche más encanallada del año, una Nochevieja con pasos en la calle que disparan el riesgo de incidentes y de difusión de los efectos. Ha quedado demostrado que la herida abierta en el año 2000 sigue sangrando, por mucho que algunas autoridades y opinadores traten de restar inmportancia a lo ocurrido este año. La Madrugada está muy tocada, como lo está el resto de la Semana Santa, decadente y cochambrosa pese a que juguemos a idealizarla para seguir manteniendo un sueño de consumo interno. Las calles del Domingo de Ramos, no nos engañemos más, son un canto al mal gusto y a la chabacanería. Y muchísimas calles de la Madrugada son directamente de trasera de discoteca. Uno no sale de nazareno para echarse contra la pared de forma repentina ante la inminencia de una fuerza misteriora que arrolla todo lo que hay por delante. Uno no sale de nazareno para proteger con sus brazos. colocados en cruz. a acólitos de diez años. Uno no sale de nazareno para ver deshacerse un cortejo que no han deshecho cinco siglos, ni para ver a un guardia civil echarse la mano al arma reglamentaria, ni para saber qué contestar a la mujer que pregunta dónde está su marido que va delante del paso, ni para hacer las últimas calles del recorrido con el pánico apretando más que el cinturón de esparto y con la actitud vigilante propia de un guardaespaldas, ni para regresar con cirios y cruces rotas, ver un antifaz perdido y dos cruces que sobran porque dos hermanos se han marchado comidos por la angustia.
Esta Madrugada tiene poco que ver con el vino de taberna auténtica de Núñez de Herrera. Esta Madrugada ha pasado del griterío de callejón y el laterío arrastrado a patadas de los años ochenta, a una actualidad de reyertas, alcohol destilado consumido a mansalva y agresiones contra los motivos que de verdad fundamentan la que era la noche más hermosa de la ciudad.
Nada de la sociedad de cada tiempo es ajeno al mundo de las cofradías. Ni la degradación de los cargos públicos, ni el incivismo de cualquier noche de fin de semana. La Madrugada ha dado ya tres avisos: 2000, 2009 y 2015. La ciudad ha rozado demasiadas veces ya la posibilidad de sufrir incidentes de gravedad. Es evidente que este año han fallado con estrépito las previsiones y las prevenciones, lo cual reconoció ayer el propio alcalde, Juan Ignacio Zoido, que instará a Sacyr para que en 2016 no se celebren botellonas en las ´setas’. Lo que ocurrió la pasada Madrugada, según la versión oficial de las autoridades, se debió a una pelea de jóvenes. Dicho así, en bruto, podría ser algo casual. Pero conviene analizar el contexto. Ocurrió en la Plaza de la Encarnación, donde distintos grupos de jóvenes hacían botellona desde varias horas antes. La Encarnación parece que es la nueva zona cero de los conflictos de la Madrugada, como lo fue la Plaza de la Gavidia en los años noventa. ¿No se tuvo en cuenta el tipo de público que toma las escalinatas de las ‘setas’ cada Semana Santa desde hace ya varios años? ¿Nadie evalúa los riesgos que entraña que haya cientos de jóvenes cargándose de alcohol durante varias horas cuando hay miles de personas en el centro, seis cofradías, medios de comunicación nacionales y extranjeros y dos antecedentes sobre los riesgos de una noche como la Madrugada?
La Madrugada tiene dos ejes bien definidos de potenciales conflictos, como explican expertos en seguridad. El primero comprende el Puente de Triana, Reyes Católicos, San Pablo, Plaza de la Magdalena y su conexión con la Campana por las calles O´Donnell y Rioja, con algunas bifurcaciones a derecha e izquierda en su inicio por las calles Zaragoza y Santas Patronas, así como con Gravina, Julio César, Marqués de Paradas y Arjona con Radio Sevilla. El segundo eje comprende las cales Imagen, Encarnación, Laraña, Martín Villa y la Campana, con bifurcación hacia la derecha con Orfila, Lasso de la Vega, Plaza del Duque y la Campana, o hacia la izquierda por Cuna buscando la Plaza del Salvador, Puente y Pellón y el entorno de la Alfalfa.
A raíz de los sucesos del año 2000 se creó una mesa de coordinación denominada el CECOP con resultados satisfactorios. De 2001 a 2008 no hubo que lamentar incidentes. Se abordó la cuestión de la licencia y el plan de emergencias de la Carrera Oficial. Y se obligó a cada templo a tener su propio plan de emergencia. El problema es hoy otro. Comienza por los recorridos y horarios de la Madrugada, y por actualizar y revisar el segundo círculo en torno a la carrera oficial, que coincide con los dos ejes descritos, donde se han producido los hechos, donde se gesta la botellona, el embrión del conflicto juvenil que deriva en constantes peleas y comportamientos incívicos.
Podemos seguir manteniendo los sueños de esmeraldas y oro, de líricos contrastes, de fervores y ripios. Podemos seguir reduciendo la importancia de los hechos bajo el pretexto de no erosionar la marca de la ciudad (estúpida expresión para acallar los hechos) y bajo las sesudas teorías sobre la necesidad de no tener altura de miras. A la Semana Santa no se le protege silenciando los hechos. Es una fiesta muy hermosa que ha sido transmitida de generación en generación gracias al esmero, el mimo y el tacto de quienes hoy ya no están entre nosotros.
Uno no sale de nazareno para acabar arrollado contra la pared. Esta Madrugada es la noche más canalla del año. No nos engañemos. A los hijos de la cochambre les importan muy poco los siglos, los ripios y los fervores. Son piratas que no paran de beber y van sumando conquistas.

7 de abril de 2015

Señor de Sevilla



Opinión: Madrugá en Sevilla

Artículo del blog: "De capa y cola".

No fue una anécdota:

Calle Orfila. Madrugada del Viernes Santo. El reloj aún no ha dado las 4:30. El sueño se apodera del penitente de la Virgen de la Concepción, parado justo delante de la capilla de San Andrés, que tiene sus puertas abiertas. Hay bastante público en esta calle. Más, incluso, que en Cuna, aunque eso sí, menos silencioso. A lo lejos se escucha la banda del Carmen de Salteras. La Macarena está llegando al Duque. El penitente, con la mirada clavada al frente, oye cierto murmullo. En un principio, lo atribuye al alboroto propio de la entrada de la Virgen de la Esperanza en la Campana. El ruido va en aumento. Se escuchan gritos. El suelo tiembla. El penitente mantiene la compostura hasta donde puede. Se aferra a la cruz como único elemento que le aporta seguridad en unos instantes en los que todo es incertidumbre. Parece que de un momento a otro se lo llevará por delante una turbamulta. La gente empieza a meterse por la fila. Lo arrolla. La avalancha lo arrastra hasta un bordillo. Allí una madre se agarra a sus hijos para no perderlos. En este intento rodea con sus brazos las piernas del nazareno, que cae de bruces contra el suelo. Con él, la cruz. Logra levantarse y llegar hasta Javier Lasso de la Vega. La calle Daoiz -tan protagonista esta Cuaresma- se convierte en vía de escape de todo el que sale corriendo. Ya en Lasso de la Vega, este nazareno es calmado por una persona mayor que insta a no huir. “No corred. No ha pasado nada. Están intentando cargarse la Madrugada desde el 2000”.
Bajo el antifaz, este nazareno percibe como hay otros penitentes presos de un estado de pánico. No les ha quedado más remedio que descubrirse. El miedo les impide respirar. En la acera de enfrente hay niños abrazados a sus padres llorando, como también lloran otros visitantes que han acudido por primera vez a la Madrugada de Sevilla. Algunos, como este nazareno, no han conocido hasta ahora lo que es el verdadero miedo. A los pocos segundos llega un policía calmando al público: “Tranquilos, no pasa nada”. Sus palabras no calman. Lo que calma al nazareno protagonista de esta triste historia es escuchar que la banda que acompaña a la Macarena sigue tocando. Al menos, la histeria colectiva no se ha adueñado esta vez de la carrera oficial.
Todo el tramo de penitentes está desconfigurado. El nazareno encuentra su cruz a cinco metros de donde se la habían tirado. Totalmente rota. En menos de tres minutos la cofradía se recompone. Continúa su discurrir como si nada hubiera pasado. Pero había pasado. Y mucho. La procesión que iba por dentro sale a flote en el atrio de San Antonio Abad. Caras totalmente descompuestas. A más de uno les costará conciliar el sueño este Viernes Santo.
Quien esto narra es el nazareno protagonista del relato. Un penitente al que le irritan no sólo ya que las autoridades municipales califiquen este incidente de pura “anécdota” -entendible en su intento de calmar a la ciudadanía y evitar el deterioro de la imagen turística- sino que algunos medios de comunicación hayan usado el mismo término para zanjar el asunto. No. Desgraciadamente no fue una anécdota. Lo sufrido por los primitivos nazarenos constituye el más fiel reflejo de la actual Madrugada, la noche más bella de la ciudad -o la que debería serlo- está abonada al niñateo, a jóvenes borrachos con ganas de buscar bronca y a personas no tan jóvenes que ni siquiera se levantan de la famosa sillita para dejar paso a los nazarenos. Ésta es la verdadera Madrugada. Al menos, la que discurre antes de que despunte el alba. La que condensa la falta de valores y respeto de la sociedad actual. La jornada más vulnerable de la Semana Santa y que ante cualquier chasquido salta por los aires.
No. No fue una anécdota. Pero en una fiesta donde la estabilidad meteorológica se ha convertido en el único requisito para la felicidad, es comprensible que un incidente de estas características no requiera ni un minuto más de reflexión. Resulta más cómodo debatir sobre horarios, itinerarios y planes B. Habrá que acostumbrarse a ver nazarenos arrollados, tirados por los suelos y con cruces rotas como parte del paisaje de una nueva Semana Santa con la que cada vez menos sevillanos se sienten identificados. O al menos, esos cofrades conscientes de la inquietante realidad eclipsada por quienes se conforman con siete días plenos de sol.
La lluvia, al final, no es tan cruel como la pintan.

6 de abril de 2015